Tras un opulento desayuno en el que, como es habitual, planificamos el día mientras comemos jamón, decidimos dejar hoy dejamos los museos para por la tarde, ya que los niños han hecho planes y están hartos de museos.
Salimos de casa dirección al PALACIO DE BUCKINGHAM para ver el famoso cambio de guardia. Nos bajamos en HYDE PARK CORNER y atravesamos el WELLINGTON ARCH, un arco de 1825 que conmemora la victoria británica en las guerras napoleónicas.
Por CONSTITUTION HILL llegamos al palacio a las 11.30, justo a la hora. Está la reja del palacio que ya la quisieran pa ellos los almonteños. Hace un calor tremendo, y con el sol de frente no vemos más que unos puntitos rojos entre las cabezas de los japoneses que copan el palacio.
Así que con el permiso de su divina majestad nos vamos hacia St. JAMES PARK, un precioso parque con una extensión de 23 hectáreas, con muchas ardillas y sobre todo muchos patos de los que le gustan a Rocío. Tiene un lago con dos islas, WEST ISLAND y DUCK ISLAND (donde viven los patos que le dan nombre). En un extremo hay una casa donde vive el cuidador de los pajaros.
Esa casa se llama Duck Island Cottage, es una pintoresca casa de campo en pleno centro de Londres, un lugar que ha sido durante mucho tiempo el refugio para multitud de aves acuáticas. Aves de diversos tipos, tanto nativas como extranjeras, se han mantenido aquí desde 1612, en un aviario a lo largo de lo que hoy es Birdcage Walk.
Fue Carlos II quien creó el cargo de “Gobernador de Duck Island" y Guillermo III el que mandó construir la primera casa de guarda. A pesar de ser descrita en la época como “uno de los retiros de verano con más encanto imaginables” o “un paraíso en miniatura“, fue destruida en 1771 y reconstruida después de 1840, gracias a la Sociedad Ornitológica de Londres que exigió que se volviera a construir un refugio para el cuidador de las aves. El arquitecto John Burges Watson diseñó Duck Island Cottage tal como lo conocemos hoy en día, y construyó una pequeña casita de campo, irregular, de inspiración suiza, para contrastar con la arquitectura cada vez más monumental de las oficinas gubernamentales que se erigían en los alrededores de Whitehall. Desde 1953 esta deshabitada.
Con las ardillas y los patos estuvimos más tiempo que con la guardia real.
Pasamos ante el Guards Division Memorial, un monumento a los soldados muertos en la Primera Guerra Mundial y de allí al Horse Guarde Parade, donde los pobres guardas tienen que aguantarnos a los turistas haciendonos fotos mientras ellos hacen guardia. Sobre todo hay uno que nos da especial pena, está con todo el solitrón de cara y dándole en la pechera de metal plateado que tiene, y que va a poder utilizar para freír los huevos cuando llegue a su casa.
De alli vamos a DOWNING STREET, la calle donde está la casa del primer Ministro.
Y seguimos hasta el final de la calle, donde está la ABADÍA DE WESTMINSTER. Nos metemos en la Capilla de sta. Margarita a descansar un rato entre lápidas, ya que preferimos no entrar en la abadía porque vale 20£. Leemos en la guía que se conservan los desperfectos causados en la guerra, como una vidriera que está rota, lápidas ennegrecidas por una bomba de aceite que cayó y un banco quemado. Cada banco tiene un cojincillo bordado a punto de cruz con las iniciales del que se sienta en el banco (eso nos lo imaginamos, ya que en la guía no viene), lo que sí es cierto es que conserva cada uno ácaros desde la época de la reina Victoria.
Nos hacemos una foto en el famosísimo reloj de la torre BIG BEN, seguimos hacia TRAFALGAR SQ., y entramos en la NATIONAL GALLERY, más que nada a hacer pipi. Hay una cosa muy curiosa que hemos descubierto en este periplo que hacemos por los baños públicos. El agua del grifo sale caliente, pero caliente caliente, vamos, que en algunos sitios te achicharras, por lo visto es para que la gente no beba ya que el agua de Londres es muy mala.
Recorremos algunas salas pero rapidito, sobre todo vemos las de los impresionistas, donde están los Girasoles de Van Gogh entre otras obras maravillosas.
Pero es hora de comer y el hambre aprieta, así que vamos hacia el Támesis, compramos sushi y comemos en WHITEHALL GARDENS, en unas hamaquitas la mar de cómodas.
Al lado nuestra había una señora, que nos dice en un momento dado que nos está escuchando y que sabe español porque nació en Gibraltar. Se llama Anita y se vino a Londres en la Segunda Guerra Mundial, baila bailes de salón y sevillanas ¡con 87 años!, dice que en ese parque hay actuaciones y que se baila, y que un viudo quiso bailar con ella y que "le echó el baile a perder".
Después de comer los niños se van de compras, y Miguel a un partido de fútbol con un amigo suyo. Nosotras nos vamos a la TATE BRITAIN, que está en Millbank, bastante lejos. Hay una exposición que se llama:
Es muy curiosa. En ella se ve la influencia de la fotografía en los pintores prerrafaelistas. Muchos de ellos colocaban a las modelos en las posturas que querían pintar y las fotografiaban para pintar de ahí en vez del natural.
Cuando acabamos con la exposición nos paramos en la tienda y luego vamos a las salas, aunque nos persigue un guarda echándonos, porque quieren cerrar. De refilón vemos una sala con grandes esculturas de Henry Moore.
Salimos por el lateral del edificio, que muestra los daños de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, hay varios agujeros en la piedra. Enfrente hay una facultad de arte. Parece un barrio tranquilo. Tarde nos enteramos que hay un barco que une las dos Tates, y que podíamos haber cogido más que nada por darnos un paseo "free" por el río.
Volvemos a casa, nos bajamos en la estación de Queensway y entramos almacenes Whiteleys. En un Marks and Spenser compramos comida y llegamos a casa las 9'30, cansadas pero satisfechas.